Un ACV se produce cuando el flujo de sangre hacia una parte del cerebro se interrumpe, impidiendo que el oxígeno y los nutrientes lleguen a las células cerebrales, las cuales pueden comenzar a morir en cuestión de minutos. Esta emergencia médica puede manifestarse de dos formas:
Existe además una forma de ACV transitoria, el Accidente Isquémico Transitorio (AIT), que presenta una breve interrupción en el flujo sanguíneo y que, aunque no causa daño permanente, debe tomarse como una señal de alerta, ya que aumenta el riesgo de sufrir un ACV mayor.
Los síntomas de un ACV suelen aparecer de manera súbita, y reconocerlos es esencial. Algunos de los signos incluyen:
Si notas estos síntomas en alguien, realiza la prueba de la regla CBA:
Los factores de riesgo para el ACV se dividen en dos grupos:
Modificables: Aquellos que dependen de nuestros hábitos y estilo de vida. Entre ellos se encuentran:
No modificables: Incluyen la edad avanzada, antecedentes familiares, etnia, y haber tenido un ACV, AIT o ataque cardíaco previo.
La mejor prevención frente al ACV radica en modificar nuestros hábitos y mantener un estilo de vida saludable. Entre las recomendaciones clave para reducir el riesgo de sufrir un ACV están:
En el Día Mundial del ACV, recordemos la importancia de actuar rápidamente si identificamos síntomas de esta patología en nosotros mismos o en otra persona. Cada segundo cuenta para minimizar el daño y mejorar las posibilidades de recuperación.
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